El aborto inducido es un método de cese intencional del embarazo. Se lo emplea por razones médicas, sociales o por decisión de la mujer. En algunos países del mundo su práctica es legal mientras que en otros aún permanece al margen de la ley.
La interrupción de un embarazo se realiza antes de que el feto cumpla las 20 semanas de gestación, y si se lo hace más adelante se llama parto pretérmino.
El aborto inducido puede ser llevado a cabo mediante varias técnicas, quedando la elección de las mismas a manos del especialista que evaluará diferentes aspectos como tiempo de gestación, salud de la madre, contexto socioeconómico donde se lo ejecute, consideraciones legales, etc.
Existen dos grandes métodos: químico y quirúrgico, siendo el primero el que desarrollaremos hoy.
Es el procedimiento más elegido siempre que resulte aplicable ya que conlleva menos riesgo para la mujer y es mucho menos cruento que los demás.
No es necesaria la implementación de anestesia y las consecuencias más graves que puede ocasionar son el abundante sangrado acompañado de la expulsión de embrión, algo la mayoría de las veces muy traumático para la madre.
A pesar de ser sencillo es importante que el especialista siga de cerca la evolución de la paciente para evitar complicaciones y corroborar que la expulsión del feto haya sido completa.
Es el menos invasivo de todos y se practica mediante el suministro de un cóctel de fármacos, esto hace que el embrión deje de crecer y se elimine por el canal del parto. Se lo usa durante las primeras semanas de gestación y los medicamentos más usados son: Metotrexato más misoprostol, Mifepristona (RU-486) con o sin misoprostol o bien Misoprostol solo.
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